martes, 30 de septiembre de 2008

Un artículo en el periódico La Rioja

El riojano ofrece un vivo relato sobre la juventud en la Transición

Artículo escrito por: B. B.

LOGROÑO


«Sólo ahora, envueltos en esa asepsia vital a las que nos han condenado y a la que nos resignamos como si fuese algo inevitable y necesario, podemos observar con la distancia necesaria aquellos años de ideales, de culturas, de contraculturas y de excesos».


César Galiano Royo (nació en Palencia en 1962 pero llegó a La Rioja a los tres meses) vuelve con esta declaración de intenciones a la literatura con 'La generación inexistente' (Editorial El Grito), un fresco sobre una juventud que vivía con intensidad la vida y sobrevivía a los avatares políticos de un país en plena ebullición social. Eran los tiempos de la Transición.


Galiano vivió lo que cuenta, compartió las experiencias de toda una generación que 'sufrió' la Transición desde la juventud. Con semejante perspectiva ha tejido una crónica viva, que profundiza en las emociones y los sentimientos de toda una generación, muchas veces olvidada en panorámicas fugaces sobre una época demasiado marcada por los lugares comunes. Con este libro, Galiano siente haber saldado una deuda «conmigo, con mi tiempo y con mi generación».


La otra Transición

'La generación inexistente' muestra otra perspectiva de la época, con un punto de vista novedoso: «La Transición no es cómo nos la contaron, no fue tan ejemplar como nos han dicho más tarde. Lo que ocurre es que nos va bien que el pasado sea una cosa tranquila y coherente con nuestra actitud actual de, digamos, personas mayores, pero sin embargo la juventud siempre tiene unos puntos que, a veces, la gente prefiere olvidar, como ocurre con ciertos aspectos del pasado». Galiano añade al respecto que «fue una época convulsa, con un muerto diario, con terrorismo de derechas y de izquierdas, una inseguridad ciudadana brutal, un paro asombroso y un futuro negro y, junto a todo ello, un ruido de sables de fondo que se hizo efectivo con el golpe de Estado de Tejero».


La novela narra día a día, noche a noche, la vida de una generación (la que ronda los 45 años), el paisaje humano de la Transición. «Ésta es la razón de que la escribiera porque no hay nada desde este punto de vista. Nos suelen hablar de política y no de toda, sólo de la que les interesa, pero no de la lucha brutal entre partidos y facciones, de unos jóvenes que no teníamos nada, que éramos los últimos monos de la movida, a los que nadie nos tenía en cuenta porque estaba mal visto ser joven, es más, era casi un delito. Vivíamos al día y sabíamos que estábamos al margen aunque tampoco sabíamos muy bien de qué». Su novela está ahí, «en medio de todo lo dicho, entre los punks y los grupos de falangistas, en los bares luminosos de diseño, en medio de las ganas de vivir y, como suele suceder cuando se vive intensamente, muy cerca de la muerte».

domingo, 28 de septiembre de 2008

LA GENERACIÓN INEXISTENTE de César Galiano Royo


A finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado confluyeron unas circunstancias que dieron lugar a la existencia de una generación sobre la que apenas se ha escrito. Sería peligroso saber de ella en estos tiempos de sensibilidades exageradas, de privación de libertades y de denuncias por nada. En esencia, esa es la razón de que un buen número de editoriales me devolviese el original de La generación inexistente durante cinco años. Los comentarios siempre tenían el mismo aire: Nos ha gustado mucho, pero no es el momento adecuado para su publicación.


Yo acababa de publicar El exilio está aquí, un libro difícil de clasificar aunque fácil de comprender. Me consta que, al leerlo, mucha gente se sintió identificada con algún personaje o se vio a sí misma inmersa en alguna de las situaciones que describe. Es un libro que entró bien (hace poco me reí al descubrir que, en Estados Unidos, hay un tipo que vende los ejemplares de la edición española a más de 300 euros). De modo que, una vez conseguida la edición italiana, me puse a escribir otra cosa. Pero la realidad está compuesta de buenas y malas experiencias, de vivencias duras o placenteras, de mucho más de cuanto uno pueda imaginar, y yo tenía una deuda conmigo y con mi tiempo, con mi generación. Debía llenar el hueco que se había abierto entre la muerte de Franco y la consolidación de la democracia. Un hueco que nadie se había atrevido a rellenar. Sé que corren malos vientos para las verdades y que la novela debía haberse publicado cuando la Movida, por ejemplo, pero en ese entonces no habría tenido ningún sentido. Era necesario el salto en el tiempo para comprender mejor aquel ambiente y lo que sucedía en la calle. Al contrario de lo que decían las editoriales al devolverme el original de la novela, el mejor momento para comprender aquellos hechos es precisamente ahora. Sólo ahora, envueltos en esa asepsia vital a la que nos han condenado y a la que nos resignamos como si fuese algo inevitable y necesario, podemos observar con la distancia necesaria aquellos años de ideales, de culturas, de contraculturas y de excesos.


A algunos nos tocó vivirlo. Es cierto que muchos otros vivieron la misma época sin enterarse de nada de lo que cuento. Pudimos evitarlo como hicieron ellos, pero creo que, tal vez sin saberlo, no quisimos perdernos lo mejor del fin de siglo. La Transición política española se confundió con el estallido del movimiento punk, con la Movida madrileña, con la libertad sexual, con el boom de las drogas, con el cómic entendido como un arte y no como materia prima de las multinacionales, con un modo de entender el mundo y la vida totalmente nuevo y muy distinto a los anteriores y a los que llegarían después. Fuimos todo eso. Ya lo he dicho: nos tocó. O quisimos que nos tocase.


Hasta ahora, los estudios sobre el día a día de la Transición han sido panorámicas fugaces que no han llegado, ni por asomo, a profundizar en las emociones y los sentimientos de entonces. Cuando se habla de esos tiempos se recurre exclusivamente a la política, y no a toda. No se habla de que hubo terrorismo de todos los colores, de izquierdas, de derechas y de ni se sabe. Casi nadie ha mencionado a aquellos grupos paramilitares y neonazis que estaban muchísimo más presentes en las calles que los skins de hoy en día, por ejemplo. Se habla poco del abuso de poder de la policía, de las redadas continuas en los bares, de las huelgas, de la lucha por la libertad de imagen. Un pendiente en una oreja masculina era suficiente para justificar un cacheo y una burla que, poco a poco, generaban desprecios y enemistades. Y el ruido de sables, a modo de recuerdo de lo que podría ser el futuro inmediato, era un rumor tan habitual como comentado en los colmados, en los institutos, en los puestos de trabajo. La Transición no fue tan ejemplar como han dicho más tarde. Ni mucho menos.


Quien quiera saber más sobre el tema puede visitar el blog al respecto: La Generación Inexistente.


Y quien quiera un ejemplar (al precio de 15 euros), puede ponerse en contacto con Editorial El Grito:

editorialelgrito@yahoo.es